Podía tocar el cielo,
al cerrar los ojos,
nada era imposible.
Un torbellino de música
y miles de emociones invadían.
Podía volar,
seguir soñando,
aún al despertar.
Deseando caminar y correr,
el alma podía sentir,
sin querer huir,
una vez más encontraba la esperanza,
el deseo, la calidez.
Queriendo escabullirse en las noches,
para sentir el vigor de la vida,
bailar y perderse entre cada sueño.
Era momento de sentirse libre.
Elizabeth Cubillo M.
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